domingo, 27 de diciembre de 2020

Derechos Humanos Entorno a la Atención al Parto. Violencia Obstétrica y Partos Robados.

Desde los orígenes del ser humano, la atención al parto ha sido llevada por mujeres: mujeres que cuidaban de otras mujeres, comadres, parteras, comadronas que brindaban cuidados trasmitidos generación tras generación. Cuidados empíricos prestados por mujeres, para otras mujeres, y que se fundamentaban en una visión holística del nacimiento.

Cuando la medicina, estudiada y ejercida únicamente por hombres, tomó interés por los procesos reproductivos de las mujeres, algo que hasta el momento era cosa de parteras, brujas y otras comadres, la medicina intervencionista y reduccionista del ser humano se apropió de los partos de las mujeres, y lejos de mirar al nacimiento como un hito trascendental en la vida de estas, caracterizado por una vertiente psicológica, cultural y emocional de gran peso, redujo este proceso a una visión mecanicista, donde la salida mecánica de un feto vivo era lo único importante. Precepto por el cual se justifica cualquier tipo de práctica en la atención al parto, por deshumanizada que sea. 

El saber empírico cosechado a lo largo de la historia por las parteras, fue sustituido por un modelo médico hegemónico, donde el conocimiento sobre la enfermedad era ostentado por el médico, y en este recaía la capacidad de toma de decisiones. A pesar de que la medicina trata de cambiar este estilo por un modelo bio-psico-social, aun en la actualidad está muy presente en los sistemas sanitarios, más si cabe, en el campo de la obstetricia y ginecología. Bajo el mando de la hegemonía médica, a las mujeres les robaron el arte de parir. 

Surgió así la institucionalización de los procesos reproductivos de las mujeres, hasta la fecha carentes de interés para una comunidad médica masculina, que más que ver los procesos reproductivos como el embarazo y parto, como procesos fisiológicos, fueron vistos como estados susceptibles de patologización, de desviación de la normalidad, lo que dio pie a una medicina preventivista y a la excusa perfecta para medicalizar, patologizar e intervenir en estos procesos. La normalización de ciertas prácticas en el manejo del embarazo y parto, han dado paso a una violación sistemática de los derechos de las mujeres, que no solo vulneran el derecho a la información y decisión, sino que atañen directamente a la integridad física y moral de cada una de las mujeres.

Desde hace 3 décadas la Organización Mundial de la Salud y Naciones Unidas, ante el conocimiento de esta situación extendida mundialmente, han venido haciendo recomendaciones sobre la atención al embarazo, parto y puerperio, con el fin de garantizar una adecuada atención a los procesos reproductivos de las mujeres en el mundo entero, y sobre todo a la humanización de los mismos.

El término Violencia Obstétrica, fue definido por primera vez en Venezuela en el año 2007, país que legisló sobra problemática de salud y al que le siguieron países vecinos como México y Argentina. Pero ante las numerosísimas denuncias sobre mala praxis y violencia recibida en los partos, y ante la falta de un consenso internacional sobre el término; Naciones Unidas se posicionó en 2019 aclarando los vacíos entorno a la cuestión y acuñando el término como una forma incuestionable de violación de los derechos humanos universales en torno a los procesos reproductivos de las mujeres.

Del informe, bastante amplio, se pueden extraer conclusiones que a pesar de que a muchos nos pueden parecer obvias, es preciso recordar a toda la comunidad médica en concreto, y a toda la población en general:

-          La Violencia Obstétrica es Violencia de Género. Es una forma de violencia que es ejercida solamente sobre el cuerpo de la mujer, por el hecho de serlo, y es estructural, pues el sistema social en que estamos inversos fomenta la desigualdad entre géneros, situando a la mujer en un rol de inferioridad respecto al hombre. Esta situación de inferioridad hace que las mujeres no vean satisfechas sus necesidades en cuanto a libertad, identidad, bienestar, información y toma de decisiones en torno al embarazo y parto.

Además la Violencia Obstétrica, se da en un grado de medida desproporcional a la violencia que pueda sufrir un hombre en cualquier otro proceso de salud o enfermedad.

La Violencia Obstétrica es cultural y está normalizada, culturalmente aceptada e institucionalmente permitida.

-          La violencia obstétrica se da en cualquier momento del ciclo reproductivo de la mujer, incluyendo además del embarazo, parto y puerperio, toda la etapa fértil, menopausia, anticoncepción, interrupción de embarazo, lactancia etc., aunque el término se haya asociado más al momento de nacimiento.

-          La Violencia Obstétrica hace referencia a un conjunto de prácticas degradantes, intimidatorias e inhumanizadas, y son ejercidas de manera física o psicológica.

-         La Violencia Obstétrica ejercida de manera física, no se sustenta por la evidencia científica, está ligada a la mala praxis y lex artis implícita en las profesiones sanitarias. 

-          El riesgo de sufrir Violencia Obstétrica se agrava en aquellos casos de violencia intersectorial, siendo más frecuente que la sufran mujeres de contextos socioculturales bajos, exclusiones, mujeres racializadas o discapacitadas.

-          La Violencia Obstétrica es ejercida fundamentalmente por los profesionales sanitarios ligados a la atención de los procesos reproductivos de las mujeres. Cuando hablamos de Violencia Obstétrica no lo hacemos en contra de ningún sanitario especialista en la atención al parto, pues la Violencia Obstétrica supone una forma de violencia generalizada, aprendida e interiorizada, la cual es ejercida en la mayoría de los casos inconscientemente. Acuñar el término Violencia Obstétrica y reconocer que existe es el primer paso para su erradicación, y para ello los profesionales deben ser conscientes de su existencia, porque se da, en que consiste y que supone para madre y bebé. Solo tomando conciencia de este problema, podremos mejorar nuestra práctica asistencial y reconocer en que momento de nuestra actividad diaria, los profesionales sanitarios estamos vulnerando los derechos humanos universales de las mujeres a las que atendemos.

Las prácticas que engloban la Violencia Obstétrica conforman una amplia lista de acciones. Como ya he dicho, implican acciones físicas, las cuales se realizan directamente sobre el cuerpo de las mujeres y generalmente agreden directamente contra su integridad física, o pueden ser acciones verbales, coacciones o intimidaciones. A pesar de que el trauma físico puede ser el más evidente, la Violencia Obstétrica ejercida psicológicamente dejara una herida mucho más profunda y difícil de sanar en las mujeres.

Las principales prácticas que engloban la Violencia Obstétrica son:

      Sinfisiotomía: separación de la sínfisis del pubis para facilitar la salida del bebé. Esta práctica está catalogada como una forma de tortura hacia la mujer por Naciones Unidas.

      Esterilización forzada y aborto forzado. Muy frecuente en mujeres seropositivas, indígenas, o discapacitadas. A estas mujeres se les llega a engañar para justificar la esterilización de sus cuerpos o realizar abortos sin su consentimiento. Aunque parezca algo muy lejano, España se incluye en países que realizan este tipo de prácticas.

      Obligatoriedad de parir inmovilizadas. El parto y el dolor que se experimenta en él, necesita de libertad de movimiento. Es frecuente que a mujeres encarceladas se las someta a parir inmovilizadas. También se refiere por inmovilización a la sujeción de las piernas en la mesa obstétrica, también conocida como potro, tanto en el momento del parto como en la realización de abortos o legrados.

      Detención tras el parto. En algunos países donde la sanidad no es universal, y depende de seguros médicos o el pago por los servicios prestados, ante la imposibilidad de pago de la mujer parturienta, esta es retenida para su detención o hasta el pago de los servicios. Naciones Unidas establece que la atención al parto debe ser universal y gratuita para todas las mujeres, y que el nivel socioeconómico no debe ser lastre para que las mujeres gestantes puedan acceder a un servicio de salud.

      Cesáreas injustificadas, sin indicación médica o para generar un gasto sanitario mayor al de un parto eutócico. La tasa de cesáreas superan las recomendadas por la OMS en muchos países, están ligadas a lo anteriormente mencionado y al aumento de medicalización de los partos. El querer acelerar el proceso natural del nacimiento para que este suceda en un menor espacio de tiempo, supone una manipulación del proceso fisiológico en cascada, donde una acción nos lleva a realizar otra necesaria. La medicalización innecesaria de los partos, supone un mayor riesgo de acabar en cesáreas, precisamente por interferir en un proceso neurohormonal y fisiológico.

      Episiotomía. Consiste en un corte en el periné de la mujer bajo el falso precepto de facilitar la salida fetal. En la mayoría de los casos se hace de forma sistemática, rudimentaria y sin el consentimiento verbal de la mujer a la que no se le informa del procedimiento. La episiotomía es considerada la mutilación genital de occidente. Es una práctica tan generalizada y extendida que muchas mujeres al ir a parir piensan que es necesaria. Agrede directamente sobre la integridad física de las mujeres, deja secuelas a nivel físico y en muchas ocasiones genera un trauma postparto al sentir que han sido mutiladas.

      Uso de personal médico sin experiencia. No sólo el sometimiento de la mujer a numerosos tactos vaginales por los profesionales en formación, sino esta práctica incluye la realización didáctica de partos instrumentales, bajo fórceps, ventosas o espátulas, cuando no están indicados.

      Oxitocina sintética. Esta hormona provoca un aumento de las contracciones, y aumento del dolor. Tiene indicaciones médicas para su uso justificado, pero en muchos hospitales la administración de oxitocina sintética es protocolorizada, sin informar a la mujer de sus efectos y sin esta dar esta su consentimiento. El uso de oxitocina sintética puede tener efectos cerebrales en madre y bebé, influyendo en la creación del vínculo afectivo entre ambos, problemas de conducta a largo plazo en el bebé, correcto establecimiento de la lactancia materna, así como aumento del riesgo de rotura uterina, y pérdida de bienestar fetal.

      Maniobra de Kristeller. Esta maniobra está prohibida por la Organización de la Salud. Consiste en la realización de presión uterina para la extracción del bebé. Su uso sigue siendo generalizando, utilizando codo, antebrazo o todo el cuerpo del sanitario sobre las vísceras de la mujer. Esta práctica se asocia a rotura uterina, hemorragia postparto, traumatismos craneales en el feto etc. La realización de la misma implica más riesgos que beneficios y es por eso que la OMS la desaconseja y recomienda una tasa igual a cero en los servicios de salud.

      Vulneración de la intimidad y confidencialidad. Implica la poca intimidad en la realización de los tactos vaginales, y exploraciones ginecológicas, por la exposición de partes íntimas del cuerpo de la mujer delante de muchos profesionales, estudiantes y la confidencialidad de datos médicos, sobre todo la condición de seropositividad.

      Prácticas sin anestesia: procedimientos quirúrgicos en abortos espontáneos o voluntarios, legrados y suturas perineales.

      Aplicación de puntos de sutura de más. Consiste en la realización de puntos de sutura de más cuando se reconstruye el periné de la mujer que bien ha sido sometido a una episiotomía o ha tenido un desgarro normal. Se da bajo el precepto machista de aumentar el placer del hombre en las futuras relaciones sexuales, sin tener en cuenta lo que puede suponer para la mujer. Es una apropiación machista de los cuerpos de las mujeres.

      Falta de autonomía y capacidad de toma de decisiones. Cuando se ejerce Violencia Obstétrica, en la mayoría de los casos se omite el derecho de la mujer a estar informada, y por tanto su capacidad de decisión sobre los procesos que le atañen. La mayoría de las prácticas relatadas, suceden sin el consentimiento previo de la mujer, y en el caso de así tenerlo, bajo coacciones o habiendo dado una información errónea para conseguir su aprobación en base a los intereses de la persona que atiende el parto. La ley de Autonomía del paciente, en España, regula este derecho, pero es curioso como en la especialidad de obstetricia las prácticas realizadas, por invasivas que sean, como una episiotomía, no necesitan el consentimiento de la mujer. A nadie se le ocurriría hacer un tacto prostático a un hombre sin su consentimiento, pero en el caso de las mujeres, la concepción machista y la violencia de género permite que cualquier práctica que agreda a la mujer quede impune.

      Prácticas humillantes, agresiones verbales. Ejercidas por los profesionales sanitarios, tales como comentarios despectivos, y denigrantes cuando la mujer se queja de dolor por las contracciones, decide realizar una interrupción voluntaria del embarazo, manifiesta su dolor en el parto gritando etc.

      Separación madre y bebé tras el parto. en este supuesto se omiten los derechos de madre y recién nacidos reconocidos por Naciones Unidas. Todo bebé tiene el derecho de permanecer con su madre, y esta con su bebé tras el momento del parto, y no deberían de ser separados ni siquiera en los supuestos de partos por cesárea. Este derecho se vulnera en la mayoría de hospitales Españoles en el caso de cesáreas, aludiendo a la imposibilidad de permanecer el bebé en los servicios de postquirúrgicos de reanimación por falta de personal o de no ser estos específicos para mujeres. Constituye una forma de violencia institucional e inhumana de los servicios de salud hacia madres y bebés.

      Incumplimiento del Derecho a estar acompañada. El derecho de estar acompaña en todo momento en cualquier proceso reproductivo, en concreto al momento del parto, está reconocido por la OMS y Naciones Unidas. La evidencia científica asocia el acompañamiento de la mujer en el proceso de parto con mejores tasas obstétricas, mejor control del dolor, mayor seguridad y empoderamiento de la mujer. 

La Violencia Obstétrica no está exenta de consecuencias, y su relato sería objeto de otro artículo, pero en definitiva se podría resumir en traumas físicos y psicológicos, tanto en madres, como en bebes, a corto y largo plazo, así como para los profesionales sanitarios que presencian los hechos y ante la imposibilidad jerárquica de poder evitar a la mujer ciertas prácticas. 

A lo largo del documento se ha hecho hincapié en que la práctica de Violencia Obstétrica supone la vulneración de los derechos humanos universales de las mujeres en todo el mundo. Estos derechos están reconocido por la Organización de Naciones Unidas como:

El derecho a la salud, a no ser sometida a tortura ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, el derecho a la integridad personal, a la información, el derecho a la autonomía y al consentimiento informado, derecho a la privacidad e intimidad, derecho a la no discriminación, y el derecho a la dignidad. 

La práctica de Violencia Obstétrica, supone  en todos los casos la vulneración de más de un derecho, y la violación sistemática de estos derechos hacen de la Violencia Obstétrica una forma de violencia naturalizada en los centros de salud.

En España, a pesar de que la Sociedad Española de Ginecológica negaba en 2018 la existencia de Violencia Obstétrica, en un intento de proteger a su colectivo, el 34% de las mujeres que han parido dicen haber sido objeto de Violencia Obstétrica, y en torno al 50% manifiestan haber recibido prácticas sin su consentimiento. Son datos devastadores, que no pueden ser obviados por la comunidad médica, pues la Violencia Obstétrica supone ser una lacra para el sistema sanitario del que tanto presumimos, y obvia profundas carencias en cuanto a la atención humanizada entorno a procesos obstétricos.

Por ultimo me gustaría hacer mención al término Violación de parto, un término acuñado por Kitrzinger en 2006, activista británica en defensa del parto de baja intervención, y destaca como algunas mujeres sienten el parto como una forma de violación, y como muchas de las mujeres que han sufrido un parto traumático presentan los mismos síntomas que las víctimas de violaciones.

Para erradicar la Violencia Obstétrica, no basta con responsabilizar a las mujeres de ser conocedoras de sus derechos, como hasta ahora el sistema patriarcal sanitario ha pretendido. Precisa de la formación de los profesionales sanitarios, leyes que regulen la violencia de género, mucho más allá de la concepción de que esta sólo es ejercida por parejas sentimentales, la formación del poder judicial en esta materia para la protección de las mujeres que deciden denunciar,  y un cambio en el sistema de salud, donde verdaderamente se vele por las mujeres, en los momentos de su vida, que quizás sean más vulnerables. Los sistemas sanitarios no pueden dar la espalda justo cuando mas son necesarios.

Los cuidados humanizados, la integración de un modelo bio-pisco-social, la formación en materia de derechos humanos al personal sanitario, y la protección de las mujeres, supondrá y sólo así lo hará, la llave para erradicar este problema de salud globalizado.

Ana Belén Alcaraz Marín

Matrona


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