No están locos
ni enajenados. Tampoco están enfermos, si fuera así, todo sería mucho más
sencillo de explicar. Cada día encontramos en cualquier medio de comunicación
una nueva agresión, otra muestra más de la violencia de género. Una verdadera
lacra con la que, en pleno año 2021, seguimos conviviendo sin mostrar como
sociedad la contundente respuesta que merece de manera frontal.
Cada día vemos
en las redes sociales un nuevo caso de “señores modélicos” y “ejemplares padres
de familia” que por el arte del birli
birloque, recurren a la violencia como un último recurso en un océano de desesperación
personal y crisis existencial, mostrando grandes titulares en programas,
plataformas y medios de comunicación de profunda bajeza moral. ¿Hasta cuándo
vamos a consentir esto? ¿Hasta cuándo vamos a seguir engañándonos con falsos
argumentos? Mientras los medios de comunicación se regocijan en el dolor ajena,
la violencia de género sigue avanzando como la herramienta de dominación del
patriarcado que es.
Podríamos
definir terrorismo como la forma violenta de
lucha, mediante la cual se persigue la destrucción del orden establecido o la
creación de un clima de terror e inseguridad susceptible de intimidar a los
adversarios o a la población en general.
Un término adecuado para definir lo que supone la violencia de género. En estos
días escuchamos a través de estos medios de comunicación el termino violencia
vicaria. Término que utilizan los expertos para referirse a los casos en
los que el padre agrede a sus hijos para hacer daño a la madre. Reitero, hombres
que no están enfermos, hombres que no están enajenados, hombres sanos que no
merecen ser llamados padres, acaso progenitores, soldados sanos del
patriarcado.
Durante años se
viene alertando contra la violencia vicaria que sufren los hijos de las mujeres
maltratadas y reclamando refuerzos de los mecanismos con los que ya cuenta
nuestro ordenamiento jurídico para una mejor protección de los niños y niñas. La
ley, aprobada recientemente con los únicos votos en contra de Vox, y que entra
en vigor el 24 de junio, estipula que ahora el juez suspenderá el régimen de
visitas cuando se dicte una orden de protección por violencia de género y haya
indicios de que los hijos han presenciado o sufrido maltrato.
El patriarcado
absorbe y contamina cada centímetro de la vida pública y privada a través de un
sistema perverso y asimétrico de dominación, donde sus víctimas y enemigos a
abatir es toda aquella persona que se encuentren enfrente, ya sean estas sus
parejas o compañeras, o sus hijas e hijos. Un total de 41 menores han sido
asesinados en el estado español por la violencia de género en todas sus formas
desde 2013, año en el que se empezaron a contabilizar de forma oficial estos
datos.
Desde agosto de
2015, con la puesta en marcha la Ley de la Infancia y la Adolescencia, se
comenzó a considerar a los menores expuestos a la violencia de género como
víctimas de esta lacra. Para ello, la norma incluyó reformas en hasta una
veintena de reformas que implicaban al Código Civil, la Ley de Seguridad Social
o la Ley de Extranjería, entre otras.
Sin embargo, los
datos oficiales de asesinatos ya se venían recogiendo desde dos años antes. En
2013 fueron 6 los menores asesinados por las parejas o exparejas de sus madres,
una cifra que descendió a 4 un año después y se elevó a 5 en 2015.
En 2016, por su
parte, se registró una muerte de un menor por violencia de género y en 2017 se
contabilizó el número más alto, hasta ahora, en este sentido: 8 niños fueron
asesinados por violencia de género en España ese año. En 2018 fueron 7 los
niños asesinados, mientras que en 2019 y 2020 se registraron 3 víctimas, en
cada uno de esos años.
No están locos
ni enajenados. Tampoco están enfermos, si fuera así, todo sería mucho más
sencillo de explicar. Dejemos de nombrarles como tal. Son los hijos sanos del
patriarcado, soldados de un sistema de poder basado en el miedo y en la
coacción. Ante esta realidad, los hombres no podemos mirar hacia otro lado, los
hombres no podemos hacer otra cosa que denunciar y condenar cualquier
manifestación denigrante, todo lo demás es ser cómplice del patriarcado.
Israel López Marín
Junio de 2021