Voy a hacer un resumen de las consecuencias de la emigración, poco se habla de ellas y quisiera darles un poco de visibilidad, porque atajarlas y entenderlas haría de este mundo un mundo más humano y facilitaría el proceso a miles de personas.
Las consecuencias tocan todos los aspectos de la vida de la persona migrada, desde lo físico, hasta lo social y lo psíquico, y afectan al punto de dificultar la vida normal de la persona y de sus familiares.
Da igual si has podido llevar a buen puerto tu proceso migratorio, en todos los casos sufrirás consecuencias que cambiarán tu vida para siempre, pero especialmente si tu proyecto migratorio no ha llegado a buen puerto, que es lo que ocurre en el gran porcentaje de casos.
Para empezar, no es lo mismo venir en avión que en patera, no es lo mismo huir de la guerra que de la situación económica de tu país, pero en cualquier caso se pasa por etapas muy duras y a veces sin acompañamiento, o un acompañamiento adecuado.
Lo primero es aceptar que debes abandonar tu país, tu lengua, tus costumbres, tu barrio, tu entrono, tu familia, tus amigos… que nada será igual que antes, y eso no es fácil de aceptar si tu emigración es obligada y si tu país de destino no te acepta ni te ofrece lo que necesitas como ser humano, entrarás en el conocido síndrome de Ulises, que te llevará a, en un principio idealizar el país de destino y después a idealizar tu país, a vivir permanentemente con estrés, incertidumbre, miedo, que te llevará a periodos de bloqueo mental, olvidos o episodios de agresividad, y te incapacitará tu vida diaria.
Todo esto se produce porque cuando llegamos al país de destino nos encontramos que todo son trabas, que sobramos, que somos un problema y que nadie nos escucha y pareciera que no tenemos necesidades ni servimos para nada.
Hay personas que tendrán problemas para legalizar su situación en el país, no podrán encontrar trabajo y si lo encuentran siempre serán trabajos de baja cualificación y mal pagados, no encontrarán apoyo para el aprendizaje de la lengua sin pagar o de fácil acceso, no podrán alquilar porque sin trabajar, sin dinero y sin papeles y con una nacionalidad incómoda para muchos, te será casi imposible encontrar a alguien que te alquile algo y sin techo no puedes empezar a reconstruir la vida que dejaste.
Estas personas pierden años de sus vidas intentando alcanzar cosas tan básicas como un techo, el derecho a estudiar, a trabajar, a comer dignamente, a tener un sitio donde dormir o ducharse, estas personas se quedan años sin ver a sus familiares por culpa de un permiso de residencia que no llega nunca, quedan en un limbo en el que no puedes trabajar legalmente, no tienes acceso a una vivienda… a nada.
Imaginaos por un instante sentir todo esto, no puedes ver a tu madre o padre, o a tus hijos, estás lejos de tu país, te tratan mal porque no eres de la misma nacionalidad, o no hablas bien el idioma, no sabes dónde vas a dormir esta noche, ni mañana, ni pasado… logras contactar con tus familiares y les dices que estás bien, que has comido pero es mentira, tienes hambre, miedo, sed y nadie te escucha, quieres volver pero has arriesgado demasiado para dar marcha atrás, has arriesgado incluso tu vida.
Mucho se habla de las obligaciones que tiene el o la inmigrante en su país de acogida, pero poco se habla de la obligación que tenemos como sociedad de acoger, de entender, y de acompañar… esto no quiere decir que no duermas por esas personas sino quiere decir que todos tenemos un compromiso social, que hoy son ellas y ellos los emigrados y que un día fuimos somos y seremos nosotras y nosotros.
Continuará…
Pilar Díaz
Arabista, islamóloga y mediadora intercultural y de género.
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