miércoles, 24 de marzo de 2021

Consecuencias de la Emigracion (Continuación)

Ya vimos en el post anterior algunas de las consecuencias que sufren las personas migradas, independientemente de la razón por la cual decidan abandonar su país.

Esta vez voy a centrarme más en algunas consecuencias.

En cuanto a la situación psicológica del migrante, refugiado podemos afirmar que es el aspecto que más mermado queda durante el proceso migratorio, no es fácil dejar tu país por obligación y aún menos dejarlo por una guerra, un desastre meteorológico… primero no es fácil aceptar esa nueva situación, no es fácil aceptar la situación de tu país y no fácil digerir pérdidas familiares, en algunos casos los refugiados ( recordemos que este status solo lo tienen las personas que huyen de guerras, persecuciones, personas LGTBI) pueden llegar al país de destino sin saber qué son de sus padres o madres, hermanas o hermanos, e incluso sus hijas o hijos, no saben si han fallecido, desaparecido, secuestrado… sin contar las pérdidas materiales, tu casa, tu coche, tu colegio, tu oficina, todo eso queda destruido y convertido en escombros difíciles de reconocer.

Las personas que emigran por razones económicas no lo tienen mucho mejor, en algunos casos llegan a un nivel de precariedad que su única solución es lanzarse a una patera para intentar resolver su situación en cualquier otro país. Estas personas también arrastran dramas personales, algunas y algunos tienen que pagar la medicación de su madre o padre, otros tienen hijos que alimentar, otros tienen hermanos a quienes alimentar, otras huyen de violencia machista, solas con sus hijas e hijas… 

Una emigración, sea por la razón que sea es un desafío psicológico para la persona que en un corto espacio de tiempo tiene que ser capaz de adaptarse y afrontar retos difíciles para un ser humano.

Los refugiados e inmigrantes sufren de trastornos psiquiátricos de graves a muy graves, en algunos casos dado por la complejidad de la migración y en otros casos empeorando patologías previas tratadas o no tratadas. Sucesos tales como esperar en la ciudad de Tánger, frente al mar, a la intemperie, con falta de agua, comida, durmiendo en el suelo esperando poder cruzar el estrecho ya sea a nado o en embarcación, ni que decir queda que la embarcación suele albergar el triple o más de personas permitidas y que a nado es casi imposible llegar vivo o con buena salud, y que en ese camino ves a tu amigo que te ha acompañado en Tánger durante meses morir en el agua sin poder hacer nada, o bien tienes que tirar cadáveres al agua.

Por todo esto es más que necesario entender ciertos comportamientos en las personas migrantes, si tienen dificultad de adaptación, depresión, periodos de agresividad… es porque llevan un bagaje muy doloroso difícil de soportar y aún menos cuando no tienes acceso a un apoyo desde tu llegada al país.

Apoyarles no es marcarles el camino, apoyarles es empoderarles, hacerles sentir capaces, no tenemos que hablar y hacer en su nombre, debemos desterrar la mirada paternalista.

Hace poco vi un documental de los refugiados de Moria, en él hablaban diferentes refugiados de sus experiencias y uno de ellos había podido mejorar psicológicamente y superar un poco su situación de incertidumbre, desesperanza, depresión en los campamentos de refugiados, donde no tienen ni donde hacer sus necesidades, gracias a que trabajaba como voluntario en una asociación que da soporte a estos refugiados llevándoles alimentos, ropa, un poco de soporte jurídico, interpretación… este chico había olvidado, incluso, las ganas de quitarse la vida, decía que se sentía útil, que estaba haciendo por sus compañeras y compañeros refugiados y que había llegado incluso a saber que quería ser escritor y escribir su experiencia como refugiado afgano, si consigue finalmente llegar a Europa.

Pilar Díaz 

Arabista e islamóloga, mediadora intercultural y de género.


sábado, 13 de marzo de 2021

Consecuencias de la Emigración

Voy a hacer un resumen de las consecuencias de la emigración, poco se habla de ellas y quisiera darles un poco de visibilidad, porque atajarlas y entenderlas haría de este mundo un mundo más humano y facilitaría el proceso a miles de personas.

Las consecuencias tocan todos los aspectos de la vida de la persona migrada, desde lo físico, hasta lo social y lo psíquico, y afectan al punto de dificultar la vida normal de la persona y de sus familiares.

Da igual si has podido llevar a buen puerto tu proceso migratorio, en todos los casos sufrirás consecuencias que cambiarán tu vida para siempre, pero especialmente si tu proyecto migratorio no ha llegado a buen puerto, que es lo que ocurre en el gran porcentaje de casos.

Para empezar, no es lo mismo venir en avión que en patera, no es lo mismo huir de la guerra que de la situación económica de tu país, pero en cualquier caso se pasa por etapas muy duras y a veces sin acompañamiento, o un acompañamiento adecuado.

Lo primero es aceptar que debes abandonar tu país, tu lengua, tus costumbres, tu barrio, tu entrono, tu familia, tus amigos… que nada será igual que antes, y eso no es fácil de aceptar si tu emigración es obligada y si tu país de destino no te acepta ni te ofrece lo que necesitas como ser humano, entrarás en el conocido síndrome de Ulises, que te llevará a, en un principio idealizar el país de destino y después a idealizar tu país, a vivir permanentemente con estrés, incertidumbre, miedo, que te llevará a periodos de bloqueo mental, olvidos o episodios de agresividad, y te incapacitará tu vida diaria.

Todo esto se produce porque cuando llegamos al país de destino nos encontramos que todo son trabas, que sobramos, que somos un problema y que nadie nos escucha y pareciera que no tenemos necesidades ni servimos para nada.

Hay personas que tendrán problemas para legalizar su situación en el país, no podrán encontrar trabajo y si lo encuentran siempre serán trabajos de baja cualificación y mal pagados, no encontrarán apoyo para el aprendizaje de la lengua sin pagar o de fácil acceso, no podrán alquilar porque sin trabajar, sin dinero y sin papeles y con una nacionalidad incómoda para muchos, te será casi imposible encontrar a alguien que te alquile algo y sin techo no puedes empezar a reconstruir la vida que dejaste.

Estas personas pierden años de sus vidas intentando alcanzar cosas tan básicas como un techo, el derecho a estudiar, a trabajar, a comer dignamente, a tener un sitio donde dormir o ducharse, estas personas se quedan años sin ver a sus familiares por culpa de un permiso de residencia que no llega nunca, quedan en un limbo en el que no puedes trabajar legalmente, no tienes acceso a una vivienda… a nada.

Imaginaos por un instante sentir todo esto, no puedes ver a tu madre o padre, o a tus hijos, estás lejos de tu país, te tratan mal porque no eres de la misma nacionalidad, o no hablas bien el idioma, no sabes dónde vas a dormir esta noche, ni mañana, ni pasado… logras contactar con tus familiares y les dices que estás bien, que has comido pero es mentira, tienes hambre, miedo, sed y nadie te escucha, quieres volver pero has arriesgado demasiado para dar marcha atrás, has arriesgado incluso tu vida. 

Mucho se habla de las obligaciones que tiene el o la inmigrante en su país de acogida, pero poco se habla de la obligación que tenemos como sociedad de acoger, de entender, y de acompañar… esto no quiere decir que no duermas por esas personas sino quiere decir que todos tenemos un compromiso social, que hoy son ellas y ellos los emigrados y que un día fuimos somos y seremos nosotras y nosotros.


Continuará…


Pilar Díaz

Arabista, islamóloga y mediadora intercultural y de género.


miércoles, 10 de marzo de 2021

Padres Presentes



Últimamente me pregunto ¿Dónde están los padres? Quizás esté dándole demasiadas vueltas a la cabeza, quizás me preocupe de verdad. Viendo el mundo en el que crecen nuestros hijos y nuestras hijas, no cabe duda de que es por esta última razón. Me preocupa de verdad.

¿Dónde están los padres? Pero no esos padres distantes, que te miraban desde arriba con un halo entre autoritario y misterioso, esos padres hace mucho tiempo que me dejaron de impresionar, aunque nunca de asustar. Me pregunto por todos esos padres, los padres “presentes”. Esos que saben cuándo es la próxima reunión del AMPA, y que están al día con la cartilla de vacunación.  ¿Dónde están esos padres?

En un mundo polarizado como en el que vivimos, todos esos padres presentes en la educación de sus hijos y de sus hijas, construyen un modelo de educación igualitario, quizás sin saberlo. Un modelo de sociedad capaz de poner los cuidados en el centro de la relación entre ellos y sus hijos e hijas. En un mundo cada vez más polarizado, es necesario que, estos padres que no temen transmitir la ternura y el cariño para sobre ellos construir una relación de confianza, aprendan también a dar un paso hacia adelante.

Ese papá confidente, cuidador, refugio, cercano… debe dar un paso ante un contexto de padres autoritarios capaces de marcar grandes metas a sus hijos e hijas, en muchas ocasiones inalcanzables, transmisores del toxico mantra del “los niños no lloran” entre otras lucidas frases con el fin de poder seguir construyendo comunidad, confianza y seguridad. La igualdad es un reto alcanzable, no nos quepa la menor duda, pero no es un reto sencillo… que tampoco nos queda ninguna duda. Conlleva compromiso y mucha coherencia, conlleva aprender a dar un paso hacia adelante, a ser ejemplo de que otra paternidad es posible y real. Esa paternidad afectiva, sensible, comprometida con un modelo de crianza, y, sobre todo, presente. Presente en la vida de sus hijos y de sus hijas, capaz de poner los cuidados como el eje central de una vida en común, porque los cuidados, porque la vida, no se negocian.

¿Dónde están los padres? Esos padres que todos y todas conocemos. A esos padres, a vosotros me estoy refiriendo, es necesario que demos un paso más. Es necesario que nos encontremos en esos “lugares comunes”, la puerta del colegio, en la sala de espera del pediatra, en el parque… somos muchos los padres presentes, sigamos construyendo el mundo que llevamos en nuestros corazones.

domingo, 7 de marzo de 2021

Las Democracias Imperfectas

 

 

“Acercarnos progresivamente al logro de una democracia auténticamente paritaria supone remover los cimientos sociales y culturales que siguen legitimando una situación de desigualdad en función del sexo.”

Introducción

El gran reto de las democracias actuales es avanzar desde esta forma actual, imperfecta, hacia un modelo capaz de acabar con el orden patriarcal vigente, que además de traducirse en estructuras políticas y jurídicas, es, sobre todo, un orden cultural, y, por ende, vertebra nuestras sociedades, las instituciones, las relaciones íntimas y públicas, los procesos de socialización configurando nuestra identidad tanto de manera individual, como de manera colectiva.  El orden patriarcal lleva siglos condicionando como nos hacemos hombres y mujeres y como deben ser articuladas nuestras relaciones. El modelo patriarcado nos remite, indudablemente, a una cuestión de poder, al monopolio de lo masculino a la correlativa servidumbre femenina, es por ello que, los hombres nuevos tienen que serlo más por su transformación profunda que por su renovación externa.

Las democracias imperfectas.

Actualmente, podemos afirmar que nos encontramos situadas frente a un contexto patriarcal, una cultura basada en el dominio y la violencia, monopolizada por el varón frente a una mujer sometida. La expresión de una relación de poder que provoca discriminación de la mujer y que puede llegar, en el peor de los casos, a generar situaciones de violencia física o psíquica contra ellas. La alargada sombra del patriarcado sigue haciendo prisioneras a las mujeres de un sistema jurídico aparentemente objetivo y neutro donde el orden político, económico, jurídico… tienen género. Incluso el conocimiento científico está condicionado por una visión heteropatriarcal que durante siglos ha primado lo masculino en detrimento de lo femenino, a veces incluso invisibilizandolo.

Tal y como afirma Salazar, la igualdad entre hombres y mujeres no será plena mientras que no transformemos el orden patriarcal que sigue sustentando una clara diferencian jerárquica entre sexos.  Un sistema perverso, y profundamente desigual que, sigue manteniendo una concepción de lo humano basada en los privilegios masculinos y en la negación de la diversidad. Esta situación de desigualdad y las relaciones de poder generadas, donde los hombres poseen claros privilegios sobre las mujeres, se ejerce sobre estas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad. Debe servir de catalizador para la reivindicación del feminismo como marco teórico capaz de proporcionar una justa valoración de las mujeres, de manera individual y colectiva, a lo largo de todos estos siglos, así como un claro eje motor para que la humanidad deje de conjugarse solo en lo masculino. Entre otras dimensiones, en el ámbito jurídico, y en cuestiones tan urgentes y necesarios como en violencia de género, la conciliación de la vida familiar y profesional, los cuidados de las personas dependiente, etc. A la vez que, es necesario extender y consolidar reflexiones sobre las masculinidades, de manera que aporten propuestas que contribuyan a erosionar el modelo patriarcal y se dé visibilidad a otros modelos de masculinidad.

Tal y como expone Tellez, las relaciones sociales de poder en relación a los sexos, se construyen y perpetúan culturalmente, por lo que, a través de una socialización igualitaria y la coeducación, podemos transformar estas ideas machistas y androcéntricas sobre las relaciones de género. Es por ello que, debemos seguir insistiendo en la necesidad de la formación de género de los profesionales de ámbitos como el derecho, la educación o la sanidad, introduciendo la variable de la masculinidad. Estos cambios deben ir avanzando hacia una clara erosión del modelo de masculinidad tradicional, que, aunque obsoleto, es dramáticamente vigente en la actualidad, con el fin de revisar el papel de los hombres en los espacios privados con el fin de redefinir la paternidad.

A través del texto de Salazar, podemos comprobar como en determinadas circunstancias como la globalización o la crisis económica actual, están provocando un freno en las políticas de igualdad, con consecuencias especialmente negativas para las mujeres. La crisis del estado del bienestar incide de manera especial en la efectividad de sus derechos en la medida en que está provocando un recorte de las políticas de igualdad dirigidas a potenciar una efectiva igualdad de género, y es que el compromiso por la democracia paritaria supone objetivos mucho más ambiciosos que los meramente cuantitativos. Otro claro síntoma de la fragilidad de una democracia incompleta que sigue poniendo la desigualdad por cuestión de sexo como una mera moneda de cambio de un sistema frágilmente basculado en un contexto donde, además, los mismos medios de comunicación viven prisioneros de una paradoja porque, al tiempo que muchos de ellos denuncian la discriminación de las mujeres, también contribuyen a la reproducción de roles y estereotipos.

El progresivo acceso de las mujeres a la ciudadanía y al disfrute igual de los derechos está provocando en muchos hombres una reafirmación de la masculinidad patriarcal, en cuanto que ven amenazadas sus cuotas de poder y son incapaces de reubicarse en un contexto de iguales. Tal y como diría Bourdieu, la masculinidad tradicional, se encuentra centrada en la “naturalización” de su hegemonía, donde cuando esta falla, y es cuestionado su poder, aparecen otras formas más explicitas de dominación.  Una estructura de poder desigual enmarcado en un modelo de masculinidad tradicional que se va configurando sobre una lógica de poder desde la dimensión relacional, aunque este poder no se encuentra dirigido hacia las mujeres únicamente, sino contra todas aquellas personas que no presentan formas de masculinidad hegemónica tradicional. Sin embargo, y como contrapeso a esta situación de amenaza percibida por la masculinidad tradicional, vemos como a modo de contrapeso, en esta última década se han empezado a organizarse grupos de hombres, aun minoritarios y poco estructurados, que desde diferentes perspectivas han empezado a asumir un papel activo en la lucha por la igualdad. Grupos de reflexión sobre la condición masculina, mientras que en otros se asumen un papel social muy activo, por ejemplo, en la denuncia de la violencia de genero. Una respuesta social ante las violaciones de derechos de las mujeres ante las patentes situaciones de discriminación.

Ante esta dialéctica de masculinidad hegemónica frente a los modelos de masculinidades igualitarias, Subirats afirma como el regreso del culto al guerrero en su modalidad más visceral, una figura que renace al calor del regreso de la extrema derecha, y que apuestan de nuevo por una masculinidad antigua, la virilidad, en su modelo tradicional, está dejando de ser socialmente necesaria, y, precisamente porque ya no tiene un valor real, se enfatiza y transmite a través de toda una serie de imágenes simbólicas que tienden a magnificarla porque sirve para mantener el dominio de los varones sobre las mujeres. El modelo clásico del guerrero está dejado de tener vigencia en el mundo occidental, mientras que, al igual que el capitalismo, el modelo de masculinidad hegemónica se reinventa sobre sí mismo manteniendo su posición de poder. Y es que, la desigualdad de género sigue existiendo en nuestra sociedad sustentada culturalmente en sus representaciones ideáticas hegemónicas.  Por ello, desde las nuevas masculinidades o masculinidades alternativas debemos poner en cuestionamiento la idea de masculinidad que venimos aprendiendo de manera tradicional, para poder desaprender los roles de género adquiridos durante toda la vida y perpetuados a lo largo de siglos.  Esta deconstrucción de la masculinidad hegemónica tradicional hacia un nuevo modelo de masculinidad igualitaria es procesual, nos permite construir un camino que debemos recorrer de manera conjunta y compartida.  Aquí no hay competición. 

En la línea de lo que define Cobo Bendía es necesario redefinir la dicotomía público/privado, y de este modo extender la corresponsabilidad desde la perspectiva que promueve la teoría feminista para ejercer una profunda reflexión sobre el poder y el dominio, tanto en el ámbito público como en el ámbito privado. La revisión de la masculinidad hegemónica, y con ella sus métodos, con el fin de superarlo y avanzar hacia una reivindicación permanente del feminismo con el fin de lograr alcanzar un nuevo “pacto social”, tiene como objetivo construir una democracia paritaria plena que nos permita cuestionarnos de qué modo nos hacemos hombres, y como ese proceso genera, inevitablemente, consecuencias a quienes nos rodea, y a nuestra manera de entender la vida pública y privada. Es más, tal y como expone Cobo, es necesario, además, entender el sujeto político que constituyen las mujeres como colectivo y la necesidad de su organización a través de una conciencia de clase explotada por el patriarcado.

Hasta el momento, todos los esfuerzos han estado dirigidos hacia la reducción de la discriminación hacia las mujeres, un largo camino propio de las democracias occidentales a través del reconocimiento de derechos, sin embargo, y tal y como afirma Rodríguez Ruiz, esto, tan solo ha supuesto mejoras puntuales en sectores concretos que lejos quedan de suponer una verdadera desarticulación de las bases estructurales de la desigualdad por razón de sexo. En la lucha contra la discriminación por cuestión de sexo, las democracias occidentales han agotado el discurso de los derechos. Derechos, que si bien, son necesarios, no terminan de alcanzar las dinámicas estructurales de la desigualdad en las relaciones entre hombres y mujeres.

Es necesario definir un nuevo modelo de ciudadanía capaz de redefinir las relaciones entre los sexos en base a la igualdad y a un nuevo “contrato social”. Un nuevo modelo de ciudadanía capaz de poner los cuidados en el centro, como eje vertebrador de una comunidad que además de reconocer una categoría de derechos, sea capaz de reconocer una categoría de prácticas. La apuesta por el cuidado debe ser el factor indispensable para la construcción de una sociedad más igualitaria. Implicarnos como hombres en el cuidado debe ir, por tanto, hacia la construcción de la masculinidad desde las relaciones en equilibrio y entender el cuidado como un espacio propio. No como terreno en el que los hombres son invitados o en el que las mujeres dicen cómo hay que hacer las cosas, sino que todos y todas somos ciudadanos de pleno derecho tanto en el ámbito público, como en el ámbito privado.

La gran tarea que el feminismo tiene ante si, tal y como afirma Rodríguez Ruíz es la de elaborar un modelo de ciudadanía que sea capaz de sustituir a aquel modelo de ciudadanía que asocia la esfera pública con la independencia, mientras que la esfera privada se ignora, se patológica, se privatiza y se minusvalora. Esa dialéctica del espacio público/privado pretende rehabilitar la dependencia como una cualidad valiosa del ser humano frente a una lógica neoliberal. Frente a este escenario explotado por el capitalismo, la cuidadania pretende reivindicar la sostenibilidad y el cuidado entre iguales como paradigma de pensamiento comunitario.

Un paradigma capaz de reconocer la diversidad y la pluralidad y capaz de transformar las relaciones sociales de la misma. Entender a las personas como sujetos relacionales es entender, de manera indudable, concebir la dependencia como un elemento constitutivo de nuestra propia autonomía. Es entender, y reivindicar la necesidad de humanizar el actual modelo relacional y productivo para que deje de pivotar sobre el individuo independiente, y comience a percibir al colectivo desde una óptica perspectiva relacional.

A modo de conclusión.

Sin lugar a dudas, cada vez es más urgente incorporar a los hombres en la construcción de una sociedad igualitaria, una sociedad capaz de por el cuidado en el centro de la vida tanto pública como privada, avanzando hacia un modelo en el que cada vez, los hombres asuman, sin ningún tipo de complejo o duda, la participación plena en todas las dimensiones necesarias para alcanzar esta igualdad real y plena.

Sin embargo, tal y como señala Bergara, y a pesar del consenso existente sobre la necesidad de la involucración de los hombres a favor de la igualdad, no existen apenas políticas públicas especificas enfocadas a los hombres. En primer lugar, y de manera fundamental, se debe a que no existe apenas demanda por parte de los hombres, un problema de verdadera trascendencia su pretendemos transformar la dicotomía existente entre el ámbito público y el ámbito privado.

Generalizar la ética y la práctica del cuidado conlleva de manera inexorable incrementar el número de hombres sensibilizados, formados y comprometidos con la igualdad y en contra de las violencias machistas, así como aumentar la corresponsabilidad de los hombres en el trabajo doméstico y de cuidado.

El modelo de masculinidad hegemónico conlleva un verdadero conflicto relacional, y por ello, político. Graves problemas como el ejercicio de poder de los hombres sobre a las mujeres, supone un ejercicio de violencia estructural de gran calado histórico en nuestra sociedad. Es por ello que, como sociedad debemos avanzar desde un modelo de democracia incompleta hacia la construcción del desarrollo de un nuevo contrato social capaz de transformar la dimensión relacional entre mujeres y hombres propiciando la creación de políticas públicas capaces de superar el modelo de masculinidad tradicional hegemónica y trasciendan hacia un nuevo modelo de sociedad igualitaria que apueste por el cuidado como el centro de la propia vida tanto publica, como privada, y que se pueda fundamentar en los principios de la cultura de paz y de la no violencia. Una sociedad capaz de entender la diversidad y la pluralidad como un elemento inherente de la vida y claro factor de enriquecimiento humano, un modelo que lleve implícito la aceptación de los diferentes modos de sentirse hombre y persona.

Ante este gran reto, ante el desafío de la construcción de una sociedad justa e igualitaria, debemos tener claro que es un camino de largo recorrido, un camino complejo que comienza por un compromiso personal capaz de alejarla situación de privilegio experimentado a través del pacto interclasista que supone el patriarcado construyendo un espacio entre iguales.


Israel López Marín

                       Marzo de 2021

Bibliografía

 -Bergara, Ander (2021) “Políticas públicas de igualdad específicas para hombres: reflexiones y propuestas desde la práctica”, en Anastasia Téllez Infantes, Javier Eloy Martínez Guirao, Joan Sanfélix Albelda (eds.) (2021) De la teoría a la acción: en busca de masculinidades igualitarias. Madrid: Dykinson, pp. 95-112

-Bourdieu, P. (2005). La dominación masculina. Barcelona, Anagrama.

-Cobo Bendía; R. (1993) “Mujer y poder. El debate feminista en la filosofía política española”.   

- Rodríguez Ruíz; B. (2010) “Hacia un Estado post-patriarcal. Feminismo y ciudadanía”, Revista de Estudios Políticos. Núm. 149, Madrid, julio-septiembre, pp.- 87-122.

-Salazar Benítez; O. (2012), “Otras masculinidades posibles. Hacia una masculinidad diferente y diferenciada”. Recerca. 2012.12.6. pp. 87-112.

- Subirats Martori, Marina (2020) “El género masculino, entre la obsolescencia y la impostación” pps. 19-34 en Téllez Infantes, Anastasia; Martínez Guirao, Javier Eloy y Sanfélix Albelda, Joan (2020) (Eds.) HOMBRES, GÉNERO Y PATRIARCADO: REFLEXIONES, CUERPOS Y REPRESENTACIONES. Madrid: Editorial Dykinson. ISBN: 978-84-1377-243-1, 164 pps.

- Téllez Infantes, Anastasia (2017) “Sobre cómo el machismo perjudica a los hombres” en Téllez Infantes, Anastasia (Ed.) (2017) IGUALDAD DE GÉNERO E IDENTIDAD MASCULINA Editorial electrónica de la Universidad Miguel Hernández de Elche, págs. 6-20.

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