“Hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo”. Yerma, de Federico García Lorca.
No, Federico García Lorca no hizo este texto pensando en las personas que trabajan en el ámbito social, sin embargo, reinterpretado, también describe la misión e ideal de estas.
Hoy, 20 de febrero, es el Día Mundial de la Justicia Social y esta semana la “Marea Naranja” (Madrid, junto a otros Colegios Profesionales) lleva a cabo una campaña de sensibilización recordando la necesidad de reclamar #MásServiciosSociales públicos y de calidad y #MásJusticiaSocial en este siglo XXI. A esta reivindicación han de añadirse mejores condiciones para el tercer sector, pieza fundamental que provee de recursos externos a los Servicios Sociales y son también quienes procuran garantizar la igualdad y la justicia social en nuestro país.
Además, en esta semana se han puesto sobre la mesa cuestiones sociales latentes que resaltan o nos recuerdan que es muy necesaria la lucha por la justicia social: las consecuencias de la restricción de la libertad de expresión, la pasividad ante la corrupción, la pobreza energética, la delicada situación de los servicios sanitarios, la precariedad laboral en tiempos de pandemia, la brecha de género y la tecnológica, entre otras muchas. Como personas, pero sobre todo como profesionales, hemos de reflexionar, hacer por tomar responsabilidad colectiva y prepararnos para promover el cambio.
Como profesionales de lo social se han aprobado diversos códigos deontológicos, por ejemplo, en el año 2012 el Código Deontológico del Trabajo Social, en el que se habla de una
“Justicia social con la sociedad en general y con las personas con las que se trabaja, dedicando su ejercicio profesional a ayudar a los individuos, grupos y comunidades en su desarrollo y a facilitar la resolución de conflictos personales y/o sociales y sus consecuencias.”
Y que, además, recoge en su artículo 5 que
“el trabajo social es una profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las teorías del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos indígenas, el trabajo social involucra a las personas y las estructuras para hacer frente a desafíos de la vida y aumentar el bienestar.”
Atendiendo a lo que en este código deontológico se menciona, relativo a la justicia social como esencia de nuestra profesión creo necesario recapacitar sobre nuestro papel como profesionales de la intervención social, lo que reclamo y reivindico también esta semana para poder dar respuesta a muchas de las problemáticas que estamos viviendo.Desde luego necesitamos más recursos sociales y económicos, unas instituciones fuertes, comprometidas e innovadoras, tiempo para dar un servicio de calidad, es decir, unas condiciones laborales suficientes y dignas, pero también, y, sobre todo, necesitamos personas-profesionales dispuestas a marcar la diferencia, a resolver y no parchear el problema. Insisto y recapitulo, que no se me malinterprete: no pido trabajadores santos y sacrificados, y, por supuesto, vaya por delante la necesidad imperativa y urgente de incremento de plantillas y sueldos y condiciones laborales dignas, ratios profesionales adecuadas o formación específica. Ahora bien, una vez provistos de ello, entonces téngase en cuenta lo que digo.
En ocasiones se echa, echo, en falta lo que nuestra labor profesional debería desarrollar. De ahí que lance este decálogo, por si pudiera aportar algo para establecer otros mínimos de lo que podría conformar esa persona-profesional que lleva a cabo la intervención social, que trabaja con seres humanos, que también sufre ciertas consecuencias de la sociedad en la que vive, que está dispuesta a luchar por la justicia social:
. Adoptar un pensamiento crítico y trasmitirlo a las personas con las que se trabaja, siempre desde el respeto, desde una posición de igual a igual.
2. Promover la igualdad de oportunidades para un desarrollo sostenible.
3. Estar disponible para recibir y buscar formación continua.
4. No darse por vencido e investigar alternativas para la resolución de problemas, lo que implica poner en práctica la creatividad y no tener miedo a la equivocación.
5. Autocuestionar la práctica social que uno lleva a cabo, analizar cómo lo hace, por qué lo hace y con qué fin.
6. Proponer y buscar supervisión profesional, tanto dentro como fuera del entorno laboral.
7. Estar convencidos de que el trabajo en equipo es enriquecedor para el desarrollo de la práctica social-profesional y tener presente la dificultad que conlleva, pero estar dispuesto a superarla.
8. Fomentar el trabajo en red como una metodología más completa e interdisciplinar y eficaz para la resolución de problemas.
9. Facilitar procesos de acción comunitaria en la medida de nuestras posibilidades es pensar la comunidad como la mayor fuerza para poner fin a los problemas.
10. Tener la capacidad de implicar, de atraer a las personas para producir cambio y facilitarles las herramientas para ello.
Estas propuestas requieren que tengamos cierta disponibilidad para experimentar nuevos terrenos y para observar con detenimiento nuestra práctica social, pero esto también forma parte del camino hacia la justicia social.
Marian Pérez
Trabajadora Social