” Tenemos miedo a perder lo que no tenemos.
Miedo a envejecer
y más miedo a no hacerlo. Miedo a las guerras
que vemos por la tele, pero solo sin
son blancos, el resto de muertos no duelen.
Los medios nos empujan a poner alarmas,
pero el ladrón más grande lleva gomina y
corbata. Tenemos miedo y ese miedo nos
condena, pero si lo perdemos habremos roto las
cadenas”.
El país del miedo – Los Chikos del Maíz.
Garantizar
el acceso a un empleo digno y con niveles salariales adecuados debe ser una de
las múltiples prioridades en un sistema que comienza a “hacer aguas”. Las
transformaciones socioeconómicas y políticas han dado como resultado un
deterioro importante de la calidad del empleo y una transferencia de los
riesgos y la inseguridad desde las personas empleadoras hacia las trabajadoras.
Además, la precariedad laboral no se distribuye homogéneamente entre la población
trabajadora. Las mujeres tienden a ocupar puestos de trabajo de peor calidad,
tienen menos contratos indefinidos que los hombres, su nivel salarial es
inferior y están sobrerrepresentadas en trabajos a tiempo parcial. De igual
forma, la precariedad laboral está más concentrada entre las personas jóvenes y
las de peor posición socioeconómica.
La
precariedad tiene efectos negativos muy importantes en la salud mental, por lo
que considerar el impacto que tiene el trabajo en general (el trabajo
remunerado y el trabajo doméstico y de cuidados) para la vida de las personas
debería ser una prioridad a nivel político. Hasta ahora la preocupación era
acabar con el desempleo, ya que se ha visto también que tiene un impacto
negativo en la salud; pero no solo hay que garantizar el acceso al empleo, sino
garantizar el acceso a un empleo digno y con niveles salariales adecuados.
Febrero de 2023