El
pasado domingo 8 de enero de 2023 tuvo lugar el asalto en Brasil del Congreso
Nacional, el Palacio Planalto de la Presidencia del Gobierno y el Supremo
Tribunal Federal. Otro asalto más a las instituciones democráticamente
elegidas. Otra muestra más de la debilidad y la fragilidad de las instituciones
democráticas en un momento donde la opinión nos viene manufacturada desde los
grandes medios de comunicación de masas. Un asalto organizado por la extrema
derecha, y que tiene como objetivo, el generar caos e irrespetar la voluntad
popular expresada con la elección del presidente Lula Da Silva.
Otros
síntomas más, sin duda, de la deriva hacia la extrema derecha de América
Latina, la región se radicaliza a través de las derechas antidemocráticas y las
élites oligarcas que siguen entendiendo la voluntad popular con un obstáculo
para la consecución de sus políticas imperialistas.
El violento asalto del domingo en Brasilia por parte de miles de seguidores de Bolsonaro contra las sedes de los tres poderes del Estado a través de una medida organización y con un esquema de financiamiento, dieron lugar a una planificación detallada para avanzar en algo que varias fuerzas bolsonaristas venían reclamando: esta serie de levantamientos con acciones violentas y con un dejar hacer por parte de la autoridad de Brasilia, desencadenando los hechos; vandalismo, terrorismo… un ejercicio del poder a través del miedo, la represión y la coacción. Métodos fascistas de coerción hacia los poderes democráticamente elegidos.
Los
asaltos que han vivido grandes democracias en estos últimos años nos alertan de
la urgente necesidad de organizarnos ante el liberalismo. Tan solo dos años
después del asalto al Capitolio en Washington, un nuevo ataque protagonizado
por la extrema derecha a los principales centros de poder federal en Brasil ha
activado todas las alarmas sobre la fragilidad de las democracias. El
levantamiento insurgente contra el pacto democrático instigado por los
partidarios de Jair Bolsonaro ya se había intentado sin éxito en Washington.
Pero también en Alemania, en diciembre de 2022, cuando sus servicios de
inteligencia frenaron a un conglomerado de funcionarios de extrema derecha y
miembros retirados de las fuerzas de seguridad que pretendían ocupar lugares de
poder institucional para derrocar a la república.
La
débil condena de Bolsonaro tras el asalto a las instituciones brasileñas
después de su explícita negativa a admitir su derrota y tras semanas de
protestas de extremistas acampados frente a bases militares que pedían un golpe
de Estado, o la ambigua actitud de Trump cuando las hordas de sus seguidores
entraron por la fuerza en el Capitolio, señalan la ruptura producida entre los
excesos demagógicos populistas y la pretensión sin ambages de socavar las
democracias. El objetivo de los populistas es impedir que pueda gobernar
alguien que no sea ellos, aunque para eso necesiten liquidar las instituciones
que ejercen de contrapeso del poder ejecutivo. Su cometido es eliminar la
alternancia en el poder; por eso impugnan todas las elecciones si no ganan
cuando previamente han desacreditado los mecanismos de control.
No
son casos aislado, cuando la derecha pierde el poder es como si se lo hubiesen
robado. La derecha y la ultraderecha intentan atropellar las democracias de
manera sistemática y organizada. La extrema derecha entiende que el poder le
pertenece por mandato divino, organicémonos antes de que ya sea demasiado
tarde. La extrema derecha ya lo ha hecho.
Israel López Marín
Enero de 2023.