lunes, 3 de enero de 2022

O sujeito-aluno e a escolarização

 

Uma das instituições mais bem sucedidas ao redor do mundo, a escola, é um lugar comum a todos. Muito se fala da educação e da escola como local de aprender, tornando-a obrigatória e necessária, mas pouco se reflete na construção histórica e política dessa instituição, fazendo com que certos comportamentos e pré-concepções continuem ao longodos séculos. Tratando aqui da concepção do sujeito-aluno, a intenção é fazer emergir mais questionamentos que respostas, visto que não deveria sequer haver tais pré-conceitos sobre sujeitos singulares, correndo o risco de pautar-se em determinismos.

O processo de escolarização, tendo seus primórdios nas grandes colonizações, baseou-se em preceitos eurocentristas, pensando a civilização européia como modelo ideal de evolução humana, enquanto os povos colonizados eram tratados como bárbaros, selvagens e ‘seres das trevas’, pois não eram iniciados no catolicismo. Com isso, os processos de escolarização nas colônias pautava-se na disciplinarização dos corpos e modos - para civilizar; no ensino da língua colonizadora - para apagar as línguas e culturas; e no ensino das mentes e espíritos - para docilizar e evangelizar.

Visto que esse processo durou séculos, muitas concepções e paradigmas foram sendo criados com o passar das eras, sendo adaptado posteriormente aos modelos industriais e capitalistas e passando por adaptações que persistem até hoje no imaginário social.

Consequentemente, toda uma cultura escolar foi sendo construída, composta por todos os sujeitos que passam pelo ambiente escolar. Dentre elas, a concepção que foi se construindo do sujeito-aluno como bom ou ruim perpassou todas as eras e ainda hoje é assunto de discussão em salas de professores, reuniões de pais e mestres, filmes e mídias em geral e em nossas mentes. Mas o que define essa binaridade do bom-mau aluno?

Pensando no que define um bom aluno, que características vêm à mente? Disciplinado, obediente, comportado, dócil, inteligente... algumas dessas qualidades podem definir um bom aluno de acordo com o corpo docente (professores, coordenadores, etc), mas pensemos mais um pouco sobre o porquê dessas idiossincrasias. Retomando ao processo de escolarização, foi possível constatar que a disciplina é um dos princípios básicos da escola: este é o local onde se aprende a permanecer sentado por horas, a controlar as necessidades básicas para certos momentos, a ter uma grade de horários cronometrada para determinadas atividades, a recordar conteúdos para avaliações, a comer em ocasiões e horas específicas. Até o conteúdo apresentado em algum momento se torna uma ¡disciplina!

Agora refletindo sobre o que caracteriza os maus alunos, diversos atributos vêm à tona: bagunceiro, falador, ignorante, confrontador... todos girando em torno da indisciplina, da subversão das regras, dos padrões que definem um bom sujeito de acordo com a cultura escolar. É interessante ressaltar como a escola buscou punir esses sujeitos, mas nunca refletir sobre tais táticas e estratégias de antidisciplina. Pensemos em estratégias de ‘passar cola’: como os sujeitos que a praticam formulam um resumo e laços sociais nesse processo tão comum em testes propostos mais como forma de punição que de fato avaliações. Ou até mesmo como foi normalizado socialmente tais pré-determinações que podem perseguir tais sujeitos pelo resto de suas vidas escolares.

É necessário refletir sobre como somos moldados pelas estruturas escolares, mas também como moldamos tal espaço, repensando nossas práticas e buscando melhor compreender os sujeitos que ocupam esses locais. Também é vital compreender os processos de indisciplina como táticas de contrapor certos padrões impostos que não condizem com um comportamento ‘adequado’ para a instituição, pautadas em ideais positivistas e meritocráticos. Nessa relação de saber-poder, subverter certos valores cria novas redes de sociabilidade, saberes são trocados e aprendidos, e toda uma cultura escolar se molda através de tais sujeitos e suas particularidades.


Jessie Vidal. 

Aluno de Pedagogia da UFRJ e educador popular

El sujeto-alumno y la escolarización

 

Una de las instituciones más exitosas del mundo, la escuela, es un lugar común a todos. Se habla mucho de la educación y la escuela como un lugar para aprender, por lo que obligatorio y necesario, pero poco se refleja en la construcción histórica y política de esta institución, lo que hace que ciertos comportamientos y preconceptos continúen a lo largo de siglos.  

Tratando aquí el concepto de sujeto-alumno, la intención es hacer emerger más preguntas que responden, ya que ni siquiera debería haber tales prejuicios sobre sujetos singulares, corriendo el riesgo de basarse en el determinismo.

El proceso de escolarización, que tuvo sus inicios en las grandes colonizaciones, se basó en en los preceptos eurocentristas, pensando en la civilización europea como un modelo ideal de evolución humana, mientras que los pueblos colonizados fueron tratados como bárbaros, salvajes y "seres de las tinieblas", ya que no fueron iniciados en el catolicismo. Con eso, los procesos de la escolarización en las colonias se basaban en la disciplina de cuerpos y modos, para civilizar; en la enseñanza de la lengua colonizadora - borrar lenguas y culturas; y en la enseñanza de mentes y espíritus: dóciles y evangelizadores.

Como este proceso tomó siglos, muchos conceptos y paradigmas fueron siendo creado a lo largo de los siglos, siendo posteriormente adaptado a la industria, al capitalismo y en proceso de adaptaciones que persisten hasta el día de hoy en el imaginario social.

En consecuencia, se estaba construyendo toda una cultura escolar, compuesta por todos los sujetos que transitan por el entorno escolar. Entre ellos, la concepción que fue construir al estudiante-sujeto como bueno o malo ha permeado todas las épocas es todavía tema de discusión en aulas de maestros, conferencias de padres y maestros, películas y medios en general, así como en nuestra mente. Pero, ¿Qué define esta binariedad de estudiante bueno-malo?

Pensando en lo que define a un buen alumno, ¿Qué características le vienen a la cabeza? Disciplinado, obediente, educado, dócil, inteligente... algunas de estas cualidades pueden definir un buen alumno según la facultad (profesores, coordinadores, etc.), pero pensemos un poco más en las razones de estas idiosincrasias. Volviendo al proceso escolaridad, se pudo constatar que la disciplina es uno de los principios básicos de la escuela: aquí es donde aprendes a sentarte durante horas, a controlar tu necesidades básicas para ciertos momentos, tener un horario cronometrado para determinadas actividades, recordar contenido para evaluaciones, comer en ocasiones y tiempos específicos. Incluso el contenido presentado en algún momento se convierte en un ¡sujeto!

Ahora, reflexionando sobre lo que caracteriza a los estudiantes pobres, varios atributos pasan a primer plano: desordenado, hablador, ignorante, confrontativo... todo gira en torno a la indisciplina, subversión de reglas, estándares que definen un buen tema según la cultura colegio. Es interesante resaltar cómo la escuela buscó sancionar estas materias, pero nunca reflexionar sobre tales tácticas y estrategias anti-disciplinarias. Pensemos en estrategias de “pegamento”: cómo los sujetos que la practican formulan un resumen y vínculos sociales en este proceso tan común en las pruebas propuestas más como una forma de castigo que en realidad evaluaciones. O incluso cuando se normalizaron socialmente tales determinaciones predeterminadas que pueden perseguir tales materias por el resto de su vida escolar.

Es necesario reflexionar sobre cómo nos moldean las estructuras escolares, pero también cómo damos forma a ese espacio, repensando nuestras prácticas y buscando comprender mejor los sujetos que ocupan estos lugares. También es vital comprender los procesos de indisciplina como táctica para contrarrestar ciertos estándares impuestos que no son consistentes con un comportamiento 'apropiado' para la institución, basado en ideales positivistas y meritocrático. En esta relación conocimiento-poder, subvertir ciertos valores crea nuevas redes de sociabilidad, el conocimiento se intercambia y aprende, y se configura toda una cultura escolar a través de tales temas y sus particularidades.


                                                                                                        Jessie Vidal.

Pedagoga por la Universidad Federal de Rio de Janeiro-UFRJ (Brasil)

 Educadora Popular.



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