En ocasiones parece que la intervención
social y la metodología empleada en ella está supeditada a las modas que marcan
la temporalidad de los proyectos a través de los cuales se desarrolla dicha
intervención. Una moda que responde a la lógica del proyecto, a la lógica de la
institucionalización de la intervención, y no a la lógica de los tiempos que
marca el propio territorio de intervención. El desarrollo de la organización y
la voluntad del tejido social y civil, históricamente, se ha determinado como
un proceso de desarrollo de la comunidad mucho más ágil que los tiempos
marcados desde las instituciones… esto es una realidad histórica. Las demandas
y reivindicaciones de los derechos y garantías de cualquier grupo poblacional
siempre han marcado la vanguardia de lo que posteriormente serian medidas de
mejora de la sociedad en su conjunto desde las dimensiones administrativas,
jurídicas o económicas.
Ante esta temporalidad de las
metodologías de intervención social, o ante esta temporalidad de los procesos es
necesario aterrizar los pies en los barrios. No cabe ninguna duda de que nos
encontramos ante un escenario diverso. Ante una realidad en el que la
diversidad, o diversidades, son cada vez más plurales adquiriendo múltiples
dimensiones. Vivimos en un escenario de “no retorno” donde caminamos de manera
irremediable hacia la construcción de sociedades cada vez más diversas. Y esto,
como ha demostrado la historia, debe ser entendido como una oportunidad capaz
de generar el mayor de las riquezas humanas, por ello, el reto se encuentra en
el diseño de un modelo de gestión democrática de la diversidad, un modelo de
gestión capaz de dejar atrás la mera coexistencia entre personas y superar el
modelo de multiculturalidad para alcanzar un modelo de convivencia basada en la
interculturalidad. Interculturalidad como un estado de la convivencia caracterizado
por un estado relacional donde el proceso de comunicación e interacción entre
personas o grupos con identidades de culturas específicas diferentes, donde no
se permite que las ideas y acciones de una persona o grupo cultural esté por
encima del otro, favorezca en todo momento el diálogo, la concertación y, con
ello, la integración y convivencia enriquecida entre diferentes personas y
culturas.
Sin embargo, también es necesario romper
con modelos arcaicos y obsoletos basados en vetustos postulados y se hace
necesario, sino urgente, aterrizar sobre lo concreto, sobre aquello que es
tangible, sobre aquello que nos es común a todas y a todos. Se hace necesario
reivindicar los espacios tangibles donde se desarrollan las relaciones entre
las personas, los espacios públicos, las calles, las plazas, la puerta del
colegio o el centro de salud. El barrio como territorio de intervención, como
ese “espacio común” donde coincidimos con nuestros iguales cada día, ese
espacio donde confluimos todas y todos, a pesar de nuestras diferencias.
Cambiar de paradigma en la intervención
es cambiar la mirada. Es entender la intervención con base territorial como el
eje de la intervención social. El territorio ha sido representado como un
entramado mucho más complejo que las características geográficas y demográficas
de una porción de tierra en donde habitan diversas familias. El territorio es
más que la vivienda y su entorno, es más que la comunidad. Podemos afirmar que
ninguna de estas aproximaciones se corresponde necesariamente a la noción de
enfoque territorial de intervención, porque “enfoque territorial” no es
sinónimo de definir una unidad de intervención. No es un recorte del mapa.
Entender la intervención con base
territorial es comprender conceptos como Territorio, Recursos, Técnicos,
Ciudadanía… y mucho más, pero, vayamos por partes.
·
Territorio:
Un “enfoque territorial” de
intervención, implica entonces pensar lo particular y lo estructural en
contradicción. Es en el territorio particular donde se expresan los mecanismos
estructurales que producen exclusión y opresión. Estos mecanismos estructurales
se manifiestan de manera singular en los territorios, obedeciendo a una
configuración de fuerzas y relaciones entre actores y su medio que es peculiar,
pero al mismo tiempo cada territorio crea mecanismos exclusionarios que le son
propios.
·
Recursos:
Los recursos sociales son los medios
humanos, materiales, técnicos, financieros, institucionales, etc., de que se
dota así misma una sociedad, para dar respuesta a las necesidades de sus
individuos, grupos, y comunidades, en cuanto integrantes de ella. Es el
concepto correlativo a las necesidades. Y de recursos, de la índole que sea, se
encuentran los barrios repletos.
·
Técnicos:
Los Técnicos y las técnicas son aquellas
personas que están capacitadas para contribuir en los procesos de intervención
y evaluación con familias, grupos y comunidades, y orientar a las personas en
el acceso y utilización de servicios y beneficios sociales, a partir de las
redes institucionales disponibles. Esas personas que, de una manera o de otra,
cada día aportan conocimiento, técnicas y metodologías al desarrollo del
barrio.
·
Ciudadanía:
La ciudadanía como principal
protagonista de la intervención social es el conjunto de derechos y
responsabilidades de las personas en el marco de una comunidad determinada. ...
Profundizar el conocimiento y la reflexión sobre las leyes de protección
existentes.
Además, es necesario incluir algún
aspecto más, y es que en este establecimiento de relaciones basadas en la
igualdad que nos propone la interculturalidad debemos poner en valor aquello
que nos une a pesar de las diferencias, esas necesidades y anhelos que como
sociedad nos definen. Lo he definido como la “historia compartida”
·
Historia compartida:
A modo de proyecto que tiene como
objetivo vincular la investigación histórica con la enseñanza de la comunidad.
Como si de un “texto colaborativo” se tratase, en cada barrio, en cada
comunidad, en cada territorio existe un código, un conjunto de recursos, de
necesidades y de sueños que unen a las personas que en el viven. Esa voluntad
de crítica de transformar, de construir y de sumar.
Se hace necesario reflexionar sobre los procesos
de intervención social. En una sociedad cada vez más dinámica y fluctuante,
entender la intervención social desde una base territorial nos permite
intervenir sobre ese “lugar común” donde las relaciones se construyen. Una base
territorial en la intervención nos permite el desarrollo de un proceso
comunitario intercultural sólido y coherente con la realidad del territorio,
ampliando la capacidad de intervención a nuevas dimensiones. En un momento en
el que caminamos hacia escenarios públicos cada vez más diversos, debemos poner
en valor esos lugares donde confluimos cada día, casi sin darnos cuenta.
Israel
López Marín.
Noviembre
de 2021