jueves, 18 de noviembre de 2021

El barrio, como “lugar común”.


 

En ocasiones parece que la intervención social y la metodología empleada en ella está supeditada a las modas que marcan la temporalidad de los proyectos a través de los cuales se desarrolla dicha intervención. Una moda que responde a la lógica del proyecto, a la lógica de la institucionalización de la intervención, y no a la lógica de los tiempos que marca el propio territorio de intervención. El desarrollo de la organización y la voluntad del tejido social y civil, históricamente, se ha determinado como un proceso de desarrollo de la comunidad mucho más ágil que los tiempos marcados desde las instituciones… esto es una realidad histórica. Las demandas y reivindicaciones de los derechos y garantías de cualquier grupo poblacional siempre han marcado la vanguardia de lo que posteriormente serian medidas de mejora de la sociedad en su conjunto desde las dimensiones administrativas, jurídicas o económicas.

Ante esta temporalidad de las metodologías de intervención social, o ante esta temporalidad de los procesos es necesario aterrizar los pies en los barrios. No cabe ninguna duda de que nos encontramos ante un escenario diverso. Ante una realidad en el que la diversidad, o diversidades, son cada vez más plurales adquiriendo múltiples dimensiones. Vivimos en un escenario de “no retorno” donde caminamos de manera irremediable hacia la construcción de sociedades cada vez más diversas. Y esto, como ha demostrado la historia, debe ser entendido como una oportunidad capaz de generar el mayor de las riquezas humanas, por ello, el reto se encuentra en el diseño de un modelo de gestión democrática de la diversidad, un modelo de gestión capaz de dejar atrás la mera coexistencia entre personas y superar el modelo de multiculturalidad para alcanzar un modelo de convivencia basada en la interculturalidad. Interculturalidad como un estado de la convivencia caracterizado por un estado relacional donde el proceso de comunicación e interacción entre personas o grupos con identidades de culturas específicas diferentes, donde no se permite que las ideas y acciones de una persona o grupo cultural esté por encima del otro, favorezca en todo momento el diálogo, la concertación y, con ello, la integración y convivencia enriquecida entre diferentes personas y culturas.

Sin embargo, también es necesario romper con modelos arcaicos y obsoletos basados en vetustos postulados y se hace necesario, sino urgente, aterrizar sobre lo concreto, sobre aquello que es tangible, sobre aquello que nos es común a todas y a todos. Se hace necesario reivindicar los espacios tangibles donde se desarrollan las relaciones entre las personas, los espacios públicos, las calles, las plazas, la puerta del colegio o el centro de salud. El barrio como territorio de intervención, como ese “espacio común” donde coincidimos con nuestros iguales cada día, ese espacio donde confluimos todas y todos, a pesar de nuestras diferencias.

Cambiar de paradigma en la intervención es cambiar la mirada. Es entender la intervención con base territorial como el eje de la intervención social. El territorio ha sido representado como un entramado mucho más complejo que las características geográficas y demográficas de una porción de tierra en donde habitan diversas familias. El territorio es más que la vivienda y su entorno, es más que la comunidad. Podemos afirmar que ninguna de estas aproximaciones se corresponde necesariamente a la noción de enfoque territorial de intervención, porque “enfoque territorial” no es sinónimo de definir una unidad de intervención. No es un recorte del mapa.

Entender la intervención con base territorial es comprender conceptos como Territorio, Recursos, Técnicos, Ciudadanía… y mucho más, pero, vayamos por partes.

·         Territorio:

Un “enfoque territorial” de intervención, implica entonces pensar lo particular y lo estructural en contradicción. Es en el territorio particular donde se expresan los mecanismos estructurales que producen exclusión y opresión. Estos mecanismos estructurales se manifiestan de manera singular en los territorios, obedeciendo a una configuración de fuerzas y relaciones entre actores y su medio que es peculiar, pero al mismo tiempo cada territorio crea mecanismos exclusionarios que le son propios.

 

·         Recursos:

Los recursos sociales son los medios humanos, materiales, técnicos, financieros, institucionales, etc., de que se dota así misma una sociedad, para dar respuesta a las necesidades de sus individuos, grupos, y comunidades, en cuanto integrantes de ella. Es el concepto correlativo a las necesidades. Y de recursos, de la índole que sea, se encuentran los barrios repletos.

 

·         Técnicos:

Los Técnicos y las técnicas son aquellas personas que están capacitadas para contribuir en los procesos de intervención y evaluación con familias, grupos y comunidades, y orientar a las personas en el acceso y utilización de servicios y beneficios sociales, a partir de las redes institucionales disponibles. Esas personas que, de una manera o de otra, cada día aportan conocimiento, técnicas y metodologías al desarrollo del barrio.

 

·         Ciudadanía:

La ciudadanía como principal protagonista de la intervención social es el conjunto de derechos y responsabilidades de las personas en el marco de una comunidad determinada. ... Profundizar el conocimiento y la reflexión sobre las leyes de protección existentes.

Además, es necesario incluir algún aspecto más, y es que en este establecimiento de relaciones basadas en la igualdad que nos propone la interculturalidad debemos poner en valor aquello que nos une a pesar de las diferencias, esas necesidades y anhelos que como sociedad nos definen. Lo he definido como la “historia compartida”

·         Historia compartida:

A modo de proyecto que tiene como objetivo vincular la investigación histórica con la enseñanza de la comunidad. Como si de un “texto colaborativo” se tratase, en cada barrio, en cada comunidad, en cada territorio existe un código, un conjunto de recursos, de necesidades y de sueños que unen a las personas que en el viven. Esa voluntad de crítica de transformar, de construir y de sumar.

 

Se hace necesario reflexionar sobre los procesos de intervención social. En una sociedad cada vez más dinámica y fluctuante, entender la intervención social desde una base territorial nos permite intervenir sobre ese “lugar común” donde las relaciones se construyen. Una base territorial en la intervención nos permite el desarrollo de un proceso comunitario intercultural sólido y coherente con la realidad del territorio, ampliando la capacidad de intervención a nuevas dimensiones. En un momento en el que caminamos hacia escenarios públicos cada vez más diversos, debemos poner en valor esos lugares donde confluimos cada día, casi sin darnos cuenta.

 

Israel López Marín.

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