lunes, 17 de mayo de 2021

Esto es para ti, maltratador.

 

¿Podías hacerte una ligera idea del modo en que el terror y la violencia que ejerces puede condicionar a una mujer o a unos niños para toda la vida? ¿O mejor, prefieres pasar de largo y no dedicar ni un segundo a esa reflexión, porque ni eres consciente de lo que eres? Sea cual sea tu respuesta, aquí tienes tu mensaje.

Mi madre, mi hermana y yo fuimos maltratados por nuestro progenitor. Un señor aparentemente amable, gracioso, atento, encantador, esplendido, generoso, muy trabajador y buen vecino. Ese gran amigo sembró día a día el pánico, la inseguridad y nos anuló por completo como personas; y es lo que he conocido de él desde que nací. Este señor era el terror personificado al entrar a casa. Ese sonido de la cerradura, aún sigue haciéndome saltar instintivamente.

 Sus vejaciones, golpes, intentos de prender fuego a mi madre ante nosotros, sus incontables veces que con una mano nos levantaba del suelo, y contra la pared, colocaba un cuchillo en mi cuello, hacían de nuestro hogar el lugar más inseguro y aterrador para nosotros.

A pesar de los múltiples intentos de mi madre de solicitar ayuda a la Policía, a la Guardia Civil, a algunos familiares, las respuestas eran aún más dolorosas y más desesperanzadoras, que la sumisión. “Señora, vuelva a casa, por su bien. Si denuncia, volverá a casa, y el enfado de su esposo no merece la pena”. “Te puede denunciar por abandono del hogar”. “Mujer, son cosas de hombres, algo harás para que os pegue”. “No hables así del padre de tus hijos, tienes muy poco aguante, eres muy floja. Esto ha sido así toda la vida, y no vas a venir tu ahora a cambiarlo”. “¿Es que quieres dejar a tus hijos sin padres? Eso es de ser egoísta y muy mala madre.

Mi madre conocía perfectamente el maltrato, aunque no supiera detectarlo cuando lo ejercía sobre ella. Es lo que conoció, y la sociedad normalizaba desde bien pequeña: la mujer al servicio del hombre, hasta su muerte, si fuera necesario. Desde pequeños gestos como elegir cada día el menú, servirle el primer plato de comida en su lugar y a la hora exacta, callar y mantener a los menores en silencio mientras el conduce y la mujer de copiloto, la autorización del hombre para poder crearse una cuenta corriente en una caja de ahorros, el permiso paternal para casarse, mantener alejados a los niños del padre durante sus horas de descanso, bajo la amenaza de que el castigo recaería sobre ella, vestir a gusto de él, condicionar su aspecto a gusto del caballero, tener sexo siempre y cuando él quisiera, mantener la casa impecable, aguantar las llegadas borracho –y en ocasiones violento-, contar abiertamente de un puticlub, optimizar hasta el último duro que otorgaba a la mujer para todo el mes, dedicarse ella única y exclusivamente a los cuidados de los hijos, mientras el padre se encargaba de los castigos usando cinturones, zapatos, ramas de árboles  o sus propios puños… hasta soportar palizas que desfiguraban su cara o amenazar con matarla de una paliza, y quedar impune gracias a la complicidad de la justicia de entonces y de los vecinos.

Por supuesto, la sociedad del momento lo justificaba y le servía al resto de advertencia si intentaban ser “personas con derechos” y no “mujeres de”. Estaba tan normalizado, que no era relevante como para dedicarle un espacio en los periódicos. Esperaban que el silencio mediático y el tiempo lo curara todo. Porque de lo que no se habla, parece que no existe.

No es necesario echar atrás la vista demasiado para recordar a Ana Orantes. Asesinada tras contar públicamente que sufrió toda una vida de maltrato. O a Ruth Ortiz, a la que un criminal arrebató la vida de sus descendientes para herir de muerte a su objetivo. Tampoco a Juana Rivas, maltratada y perseguida mediáticamente por intentar proteger a sus hijos de un maltratador y que ha sido recientemente condenada a entrar en prisión y la retirada de la custodia de sus hijos, mientras la justicia también condena simultáneamente a los menores a convivir con el maltratador de su madre.

Y esto es lo que me roba el sueño. Me hace perder la confianza en una Justicia profundamente patriarcal, desfasada, obsoleta y apática, que no ejerce la justicia que espera una sociedad mucho más civilizada y avanzada que sus propias leyes.

Llevo en terapia psicológica desde que tenía 8 años. Tengo casi 40 años. El daño tan profundo que puede ejercer el maltrato en tan corto periodo de tiempo es incomparable a la cantidad de años que muchos de nosotros, hijos de maltratadores, necesitamos para lidiar con las consecuencias que se reflejan en nuestra vida cotidiana y que ocupa todos nuestros espacios, muchas veces sin ser consciente de ello.

Poco a poco descubres que secuelas de todos aquellos insultos diarios, los desprecios, los intentos fracasados rogando que te quiera de manera indolente para no hacer daño a tu familia, son en vano. Esos mensajes consiguen calar tan adentro que duelen físicamente. En mi caso, el aislamiento, la fobia social, la nula autoestima, el autodesprecio, el odio hacia mí mismo por mi forma de ser y mi manera de gestionar situaciones emocionales sigue siendo mi batalla para dejar de maltratarme a mí mismo y convencerme de que yo nunca fui culpable del maltrato de ese señor. Que no soy todos esos insultos que repican en mi cabeza y que, si algo tengo claro, es que un maltratador nunca será un buen padre. Ni siquiera merece ser nombrado como tal, sino como progenitor. He evolucionado mucho, aunque no lo parezca. Es un logro que no aún no se celebrar, otra secuela: el desprecio y la infravaloración. No necesito halagos, no los recojo.

 Hace más de un año, tras el hartazgo de pesadillas recurrentes en las que das palizas o agredes a alguien que quiero, y tras varios cambios en la medicación pautada por mi psiquiatra, mi psicóloga me animo a escribir ideas, emociones, logros, tristezas… regalándome un cuaderno rojo con hojas completamente en blanco. Las notaciones no tenían por qué tener sentido. El único propósito era no enganchar en un recuerdo o episodio doloroso, propio o ajeno, y permitir que fluya, que conforme entre en mi cuerpo, salga sin herirme más de lo necesario. Pero ese cuaderno, nunca lo llegue a utilizar.

Una de las noches en las que me desvele con un dolor físico real en mis tobillos, en mis rodillas… porque soñé que me estabas golpeando con un ensañamiento inhumano cree un perfil de Twitter, usando como usuario @hmaltratador, Hijo de Maltratador. Pero ahí quedó. No me sentía con ánimos ni con fuerzas para relatar episodios que iban fluyendo por mi cabeza hasta desbordarme. Pero un día, meses después de crear este perfil, comencé a relatar brevemente esas ideas y el dolor que sigo sintiendo en la actualidad. Mi sorpresa fue que gente desconocida empatizaba conmigo, no me juzgaba, me sentía comprendido, apoyado, recibía ánimos de mucha gente buena, que las hay, principalmente mujeres, y algunas personas me contaban su maltrato, similar al mío, que no es otro que la violencia vicaria. Esa violencia especifica que se ejerce utilizando a los menores para seguir maltratando a sus víctimas.

Jamás pensé que gente desconocida podría conectar de algún modo con mis temores, con mis secuelas, con mi estado de ánimo… sigo aprendiendo de todas ellas cuando relato un episodio de maltrato y me aportan otras visiones y formas de entender y sobrellevar de forma más liviana la misma sensación inicial que planteo desde otro punto de vista que solo, nunca se me hubiese pasado por la cabeza.

Quisiera agradecer a todas ellas tanto cariño y ánimos, hasta el momento de recaídas en las que bajo las persianas y me escondo del mundo para protegerme del dolor, algo que hace sufrir mucho a mi madre por la impotencia de no saber cómo ayudarme. Y es que no puede. Solo puedo yo en ese momento. Me aíslo, me duermo sin ser consciente de la hora ni del día. Pierdo el apetito, me descuido físicamente y me dejo llevar por mi instinto: dormir, como si al despertar fuera a dejar de sentir ese dolor, como si desapareciera solo.

Por último, quiero reivindicar la escasez de psicólogos en la sanidad pública, que no alcanza a la demanda que requerimos. La salud mental es calidad de vida y muy necesaria al acompañamiento de menores víctimas de terrorismo machista porque, como ya he comentado, crecemos creándonos corazas erróneas, con dificultades para socializar y somatizaciones físicas severas. También la necesidad de que esta forma específica de violencia sea recogida en la Ley de Violencia de Género. Sorprendentemente no está en la actualidad, por lo que solo pueden recibir un tratamiento digno aquellos menores cuyas madres puedan costearse un psicólogo privado. En cuanto al maltrato judicial, es intolerable que condenen a menores a visitar o convivir por temporadas con su maltratador, quien le rompió la infancia, porque parece que la Justicia antepone los derechos de los progenitores, a los maltratadores, sobre los menores, atentando contra el derecho a una infancia libre de violencia y sigue sin tenerse en cuenta en los programas del gobierno. Algo tan importante, no admite más demora.

 

Hijo de Maltratador.

Mayo de 2021

 


viernes, 14 de mayo de 2021

Tierra Quemada


 

La situación del conflicto Palestino-Israelí vuelve a aparecer en los medios de comunicación, como si hubiese dejado de existir, y ahora, y solo ahora, volviese a cobrar valor el ponerlo sobre la palestra.

Un genocidio imperialista articulado por los Estados Unidos de América, consiente la permanente violación de los Derechos Humanos de la población palestina, colonizando territorios a través de un etnocidio bien orquestado, y parece que, hasta consentido por el resto de potencias mundiales.

Una situación socio-histórica que se viene reproduciendo década tras década y que parece no importar a organismos de carácter internacional supone la pérdida de la dignidad del pueblo palestino baja falsas excusas y pretextos que parecen mermar la opinión pública.

Ante esta situación, es necesario poner en valor como esto no forma parte de ningún tipo de conflicto religioso entre judíos y musulmanes, o de lucha contra el terrorismo yihadista como muchos sionistas quieren hacer ver, sino de los intereses políticos y económicos que existen en la zona.

Estos días estamos viendo un nuevo recrudecimiento de la ocupación israelí sobre el territorio palestino en la franja de Gaza. La violencia terrorista que vemos por parte de Israel, conlleva la perdida de las tierras y la perdida de la dignidad de los palestinos y las palestinas. Como siempre, y ahora más que nunca es necesario denunciar la opulencia de los imperios sobre los pueblos. Contra el Estado de Israel y las potencias imperialistas que hacen negocio con la masacre palestina y contra el sionismo como ideología genocida.

Mayo de 2021

Crisis Climática y Respuesta Popular

El reciente temporal que azotó España, uno de los fenómenos de DANA más severos del siglo, ha dejado un saldo devastador, con 215 víctimas m...